¿Cómo se sentiría un profesor si un aplicativo informático hiciera parte de su trabajo? ¿Estaría preparado desde el punto de vista psicológico para asumir ese cambio? ¿Podrá asimilarlo o rechazarlo, ignorarlo o atenderlo? ¿Seguiría viviendo en la paradoja de la productividad o pensará que esta sumergido en la llamada transformación digital educativa?
Para todas las posibilidades existentes lo cierto es que debería preparase, entrenarse, en principio, con relación a la tecnología educativa empleada desde la didáctica de los diferentes enfoques pedagógicos que él seguramente utiliza de manera cotidiana. Sin este punto resuelto es casi seguro que su practica, su técnica, estará siempre orientada por las funcionalidades del software o del dispositivo ofrecidas por el fabricante.
Pero no será suficiente con resolver ese primer desafío. Porque para comprender la intensión del diseño tecnológico será necesario un segundo nivel de análisis, el cual lo conducirá hacia la filosofía de la tecnología. Cuando se encuentre con ella, hallará dos de sus supuestos más significativos: el determinismo tecnológico y el determinismo social.
Con relación al primero anotaremos que es un punto de vista ideológico que sostiene que la tecnología es un agente causal, autónomo y una fuerza que impulsa un cambio necesario en nuestra sociedad. Mientras tanto, el determinismo social, plantea que las tecnologías se desarrollan y evolucionan al ser configuradas por los procesos sociales y sus integrado elementos tecnosociales.
Ambos puntos de vista son opuestos y cada quien puede tomar partido por el que mejor se ajuste a sus principios. Sin embargo, es una necesaria necesidad, especialmente para los profesores, ahondar en su conocimiento para tener un punto critico y preciso con relación a la función de la tecnología y su vinculación con el rol del profesor al interior de lo que hoy (y mañana) conoceremos como institución educativa, escuela, colegio, instituto o universidad.